Podemos comenzar con un repaso de algunas de las versiones pictóricas de este mito que nos llevará desde el Renacimiento italiano hasta un Postimpresionismo que nos va a situar en las puertas del Fauvismo:
Leda y el cisne, Leonardo
Leda y el cisne, Correggio
Leda y el cisne, Boucher
Leda y el cisne, Paul Tillier
Leda y el cisne, Gustave Moreau
Leda con cisne, Paul Cézanne
Del sereno clasicismo de Leonardo al incipiente manierismo de Correggio; del grácil simbolismo de Tillier al postimpresionismo de Cézanne, Leda y el cisne recorren un ancho espacio de épocas y estilos pictóricos.
Leonardo nos muestra en un marco bucólico renacentista a unas figuras que nos recuerdan al equilibrio compositivo de Rafael. La Leda de suaves formas que agarra el enarcado cuello del cisne es un símbolo del racionalismo renacentista: las pasiones desbordadas (el cisne y su sensualidad) quedan sujetas a la razón humanista. El cuadro de Correggio supone una primera vuelta de tuerca a las formas renacentistas: el limpio clasicismo del periodo anterior empieza a verse turbado por unas figuras en torsión que sugieren movimiento. El trazado del cuerpo humano está ahora lejos de la serena armonía que encontrábamos en Leonardo. Figuras y naturaleza abigarrada nos indican que estamos en la antesala del Barroco.
Tenemos más adelante un tratamiento del mito por parte de Boucher que rezuma erotismo: frente a un Leonardo que se complacía en mostrar el control de las lúbricas pasiones, esta delicada obra rococó nos muestra a una Leda de cálidas formas junto a una doncella subyugadas ante la mirada del dios. El paño rojo sobre el que descansa el cuerpo desnudo de la diosa y el entorno bucólico en el que tiene lugar la secuencia mítica contribuyen a crear el ambiente intimista de la escena.
Paul Tillier y Gustave Moreau aportan su mirada desde el Simbolismo, pero es dable percibir notables diferencias entre ellos. Tillier continúa haciendo hincapié en el larvado erotismo del cuadro (una Leda pelirroja reposa de nuevo sobre un paño carmesí) en una obra en la que el marco natural casi ha desaparecido. Pero a pesar del ambiente vaporoso de la pintura, se respira en ella cierta factura clasicista que está por completo ausente en la propuesta estética de Moreau. Este crea una obra posromántica de rico colorido y cuidada composición en la que un cisne con claros atributos divinos se impone a una Leda en un conjunto de denso barroquismo.
Fianalmente, Cézanne nos ofrece una Leda cuyo espléndido cromatismo parece querer ir más allá del postimpresionismo en el que se inserta para dar un salto cualitativo hacia el vanguardista Henri Matisse, cuyo Fauvismo preludia.
Quiero poner también aquí uno de los más bellos poemas en español dedicados al mito que nos ocupa: la Leda de Rubén Darío, incluida en Prosas Profanas (1896):
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
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