martes, 15 de abril de 2008

La vigilia de la valquiria, de Edward Robert Hughes

Un lector me ha pedido en un comentario que haga una breve reseña del cuadro La vigilia de la valquiria, del pintor prerrafaelista Edward Robert Hughes. En primer lugar quiero agradecerle la lectura de mi blog, y deseo animar al resto de visitantes a que hagan todas las sugerencias que crean oportunas y que trataré de contestar. Veamos primero el cuadro:



Edward Robert Hughes (1851-1914) es un pintor prerrafaelista inglés tardío poco conocido en España. Pertenece a la fase final de esta escuela, muy alejada del naturalismo inicial de su primera fase (recordemos la Ofelia de Millais comentada días atrás). Este Prerrafaelismo tardío guarda relación con los movimientos estetizantes Fin de Siglo, y queda muy cercano al decadentismo y Simbolismo, estéticas en las que nuestra obra se inscribe plenamente.

La obra recoge la vigilia o espera espectral de una valquiria. Las valquirias eran deidades femeninas de la mitología escandinava al servicio de Freyja, diosa del amor y la belleza, pero también de la guerra y de la muerte. Su pluralidad de funciones la configura como una de las divinidades supremas del panteón nórdico. La misión de las valquirias era elegir a los más heroicos entre los guerreros caídos en combate y llevarlos al Valhalla, residencia mítica donde eran curados de sus heridas y restablecidos con hidromiel, el elixir que aportaban las bellas deidades.

Pero no era esta la misión originaria de las valquirias, o al menos, no era la única. Dentro del rico ciclo de las sagas islandesas, la Edda menor o Edda de Snorri (hacia 1200) no plantea distingos entre las valquirias y las nornas, trasunto nórdico de las moiras griegas y las parcas latinas: las nornas son tres mujeres que viven bajo las raíces del fresno mítico Yggdrasil, donde tejen y destejen los tapices en los que toma cuerpo el destino de mortales e inmortales. Al igual que en la mitología grecorromana, nadie está exento de escapar a su designio, ni siquiera los mismos dioses. Ya en el siglo XIX desaparece esta visión y queda la conceptualización de la valquiria como la de una bella joven espiritualizada, atenta a las almas de los guerreros muertos, al modo que tenemos en el lienzo que nos ocupa.

Centrándonos en nuestro cuadro, vemos a una valquiria situada en las almenas del Valhalla donde espera la llegada de un guerrero caído. Su mano izquierda porta el yelmo y la espada del guerrero fallecido, mientras que su cota de malla descansa a su lado. Mientras, su brazo derecho, separado del cuerpo en un singular ejercicio compositivo, espera el ánima del guerrero. La clara verticalidad del lienzo, subrayada por la almena que sirve de sitial a la valquiria y que está reforzada por la verticalidad ascendente de la espada, se ve quebrada por el brazo en diagonal, creando una ruptura rítmica en la que se sustenta buena parte del atractivo del cuadro.

El cromatismo es algo muy destacado en esta obra: reinan los azules oscuros y negros, apenas replicados por el blanco lumínico que rodea la veste de nuestra valquiria. El azul, como nos recuerda cualquier diccionario de símbolos, es el atributo de Júpiter y Juno, dioses del cielo. Pero más especialmente el azul oscuro, en particular el asimilado al negro, del que parece emerger en este lienzo, simboliza "la oscuridad devenida visible", en palabras de Juan Eduardo Cirlot. De este modo, es fácil percibir la intención del pintor de subrayar las concomitancias del tema tratado con lo trascendente e irracional, yendo más allá de la pura mitología, en una búsqueda de lo espiritual que resulta inherente al Simbolismo.

Quiero señalar finalmente el erotismo implícito en el cuadro: la espada, ancestral símbolo fálico, sostenida por la valquiria, no solo contribuye a la verticalidad antes señalada sino que ofrece un claro contrapunto a la esbeltez y fragilidad de la decadente valquiria.

Valquiria, de Fredric Sandys (1829-1904)

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