viernes, 23 de mayo de 2008

El juicio de Friné

Una de las anécdotas más jugosas de la Grecia Clásica es la relativa a la cortesana Friné. Esta hetaira, célebre por su sensualidad y belleza, era asidua en los simposios atenienses, y llegó a convertirse en la amante y musa del escultor Praxíteles, que la utilizó como modelo para sus imágenes de la diosa Afrodita. Un amante anterior de Friné, despechado y celoso ante su creciente prestigio, la acusó gravemente ante el areópago de asebeia, a saber, impiedad hacia la divinidad, uno de los máximos delitos por los que podían ser acusados los antiguos atenienses (Sócrates murió de una acusación parecida). Se le imputó a Friné un doble cargo: haber comparado su belleza con la de la propia Afrodita, y haber quebrantado de palabra el sacro secreto de los Misterios Eleusinos.

La pensierosa, John William Godward (1913)

A petición del propio Praxíteles, fue el orador Hipérides, antiguo discípulo de Platón, el abogado defensor con el que contó la ilustre Friné ante los magistrados del areópago. Una vez comenzado el juicio, Hipérides se vio en el brete de no ser capaz de quebrar la voluntad de los jueces, firmemente dispuestos a condenar a la bella. Decidió entonces dar una última vuelta de tuerca: despojó a Friné súbitamente de sus vestiduras ante los sorprendidos ojos de los ancianos, y les explicó que el verdadero crimen sería privar al mundo de semejante belleza: la desnudez de Friné era ya un tributo a la misma Afrodita.

Friné ante el areópago, Jean-Léon Gérôme (1861)


Entre la herencia artística y literaria de este suceso del mundo antiguo podemos recordar el cuadro de Gérôme (1824-1904) que tenemos sobre estas líneas. Este pintor francés comenzó su trayectoria pictórica con un depurado neoclasicismo seguidor de la estela de Ingres más que de la de David, pero algunos años después dio un giro a su carrera especializándose en una pintura de factura académica y temática histórica o mitólogica, alejándose de este modo de las corrientes realistas y paisajísticas que por entonces marcaban el ritmo de la nueva pintura francesa.

En la obra que nos ocupa, de cuidada construcción escenográfica, se nos representa el juicio de Friné en una composición teatral que sigue el hieratismo de las grandes creaciones de David. Sin embargo, el gesto de pudor de la modelo, que oculta su mirada al espectador, nos sugiere una cercanía más propia de Ingres. Como es usual en las escenas neoclásicas de interiores que evocan la Antigüedad grecorromana, unas paredes desnudas de gran sobriedad sirven de marco al juicio en el que apenas hay más decoración que una escultura de Atenea en el centro mismo del areópago.

El lienzo presenta la singularidad de captar el momento en que Friné es desnudada ante los ojos de sus jueces: el cuerpo límpido de la cortesana señala la intersección de las dos masas cromáticas que configuran la armonía del cuadro: las rojas túnicas de los magistrados y el azulado peplo de Friné.



Amarilis, John William Godward (1903)


En el ámbito de la literatura, ya en el mundo antiguo Alcifrón (Cartas de cortesanas) y Luciano (Diálogos de las hetairas) dieron voz en el siglo II a Friné, pero prefiero detenerme en un eco mucho más cercano: el excelente texto Friné ante los jueces de la poetisa guatemalteca Luz Méndez de la Vega (1919), incluido en su poemario Helénicas (1998):

Indefensa y vulnerable.
Sola,
sin otro puñal
o espada heridora, que
mi palabra
y sin otro escudo
que mi belleza,
dejo caer mi túnica
ante vosotros.
Desnudo mi cuerpo
que adoraríais
si fuera de mármol frío,
o si estuviéramos solos,
sin otros ojos
que nos vieran
acariciarnos en el lecho.
¿Quién puede culpar
a la belleza plasmada
en carne y no en mármol,
por entregarse desnuda
-igual que la estatua-
a las manos que la acarician
y que en ellas se deleitan?
¿Quién puede culpar a la flor
que impúdica exhibe
la fresca plenitud
y el sexual aroma de su corola,
o a la fruta que sin ropaje
reluce bajo el sol e incita
voluptuosamente
a ser mordida?
Como la flor o la fruta,
aquí, yo, ante vosotros,
desnuda
como me vieran tantos ojos,
estatua viva
que modelaron tantas manos
y que gozaron tantos cuerpos,
os pregunto:
¿Es delito escuchar
la dulce voz de Eros
que incendia nieves?
¿o es crimen obedecer
el mandato
de la divina Afrodita
que me se señaló el camino
donador de placeres?
Inerme y vulnerable,
como mi desnudez,
espero la sentencia.
Yo,
sólo cumplí con mi destino.

EPÍLOGO
Cuando todos se fueron
el cuerpo de Friné
brillaba bajo el sol poniente
como una estatua de oro
y el más viejo de los jueces
se acercó
y, como si fuera a la diosa,
le puso un casto beso
sobre el sexo.

Una ofrenda a Venus, John William Godward

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Las imágenes seleccionadas son una belleza, y el texto está muy bien escrito. Soy una visitante asidua de tu blog.

Anónimo dijo...

maestro es buenisimo lo que has echo, es increible.

Virginia dijo...

Muy interesante el post por las fuentes clásicas, las mágenes y el texto final. Sin duda me lo guardo.
Gracias.

Leunam dijo...

Hermoso post, rotundo. Gracias por compartir.

Saludos,

Leunam

Óscar dijo...

Excelente artículo. Muy completo y muy bien escrito. Me ha sido de utilidad. Felicidades por el blog.

Saludos.