lunes, 21 de abril de 2008

Francisco de Miranda: un héroe olvidado

Francisco de Miranda (1750-1816) es uno de los personajes más fascinantes de la historia hispanoamericana. Viajero ilustrado, gran militar, estadista y escritor, es el precursor de la emancipación de Hispanoamérica y una figura destacada de las letras dieciochescas en español, por más que su obra literaria sea injustamente desconocida en España. Conoció personalmente a Napoleón y mantuvo una estrecha amistad con Simón Bolívar, Washington, Federico II de Prusia, Catalina II la Grande de Rusia, Wellington, O´Higgins, Sucre, San Martín... Fue amante de la misma emperatriz de Rusia, quien, enamorada del ilustre caraqueño, le rogó inútilmente que no abandonara ni la corte de San Petersburgo ni su lecho. Intervino heroicamente como militar de alta graduación en el ejército español en África, en la guerra de Independencia norteamericana, en la Revolución Francesa y en la guerra de Emancipación hispanoamericana. Personaje cultísimo, formó una de las más completas bibliotecas de su tiempo. Traicionado por Bolívar y otros oficiales, murió en Cádiz, donde sus huesos siguen reposando en una fosa común. Pero vayamos por partes.

Francisco de Miranda

Miranda nació en Caracas en 1750, donde adquirió una sólida cultura humanística: Latín, Gramática, Teología, Jurisprudencia, Medicina... Embarcó en el caraqueño puerto de La Guaira en 1771 rumbo a España. Conoció el espléndido Madrid ilustrado de Carlos III: el Paseo del Prado, las fuentes de Neptuno y Cibeles, la Puerta de Alcalá... Tuvo algún papel en la intensa vida cultural del momento y participó en las célebres tertulias literarias de la Fonda de San Sebastián. Sin interrumpir en ningún momento su deseo de continuar formándose ni su apasionada búsqueda de libros, decidió ingresar en el ejército español y en 1773 obtuvo su Patente de Capitán. Entre 1773 y 1780 está destinado en las plazas militares de Madrid, Granada, Cádiz y Melilla. De 1774 a 1775 combate en Melilla y Argel a ejércitos musulmanes.

Destinado a Cuba en 1780, pasa a Florida en 1781, donde interviene de modo destacado en la
batalla de Pensacola (8 de mayo de 1781), donde tropas españolas infligen una decisiva derrota a Inglaterra que permite recuperar la Florida. Por su destacado papel en la batalla, Miranda es ascendido a Teniente Coronel. El Imperio Español está decidido a asestar el golpe definitivo a la presencia inglesa en el Caribe. Miranda es enviado como agente secreto a Kingston (Jamaica) para conocer de cerca la situación de la colonia británica. En 1782 España conquista las Bahamas: Miranda interviene en la operación militar y es el jefe de las negociaciones ante Inglaterra, de quien obtiene la devolución completa del archipiélago. España le agradece sus méritos de la forma habitual: una orden de la Inquisición pide sus arresto por tenencia de libros prohibidos, por lo que se ve obligado a abandonar el ejército al que tan eficazmente había servido y embarcar hacia EEUU (1783).

Viaja por Charleston, Filadelfia, Boston y Nueva York. Conoce a Washington y a Samuel Adams. Deja un reguero de amantes en el país. El largo brazo de la Inquisición le obliga a embarcar a Inglaterra (1785). Comienza un extraordinario periplo por Europa, del que deja fiel constancia en su voluminosísimo Diario, convirtiéndose de este modo en el memorialista más destacado de todo el siglo de las Luces. Visita Holanda, Sajonia, Bohemia, Hungría, casi toda Italia y Grecia: es el primer hispanomericano en visitar y describir la Acrópolis ateniense, Delfos o Corinto, aún bajo domino turco. Conoce Constantinopla y el imperio otomano, dejando detallada cuenta de todo lo que ve: monumentos, sociedad, incidentes domésticos de todo tipo, etc. A fines de 1786 llega al imperio ruso, donde es recibido por el príncipe Potemkin. En Kiev es presentado a la emperatriz Catalina II la Grande, quien se enamora de él y le convierte en su amante. Le autoriza a vestir el uniforme del ejército ruso. Le confía sus proyectos independentistas.


Catalina II de Rusia

Continúa su magno periplo por los países nórdicos: Finlandia, Suecia (donde es recibido por el rey Gustavo III), Noruega y Dinamarca. Luego va a Holanda, Bélgica, Alemania, Suiza, norte de Italia y Francia. En 1789 lo encontramos en conversaciones con el Primer Ministro británico William Pitt sobre su proyecto independentista. Marcha a Francia, metida de lleno en el proceso revolucionario. Llega a París el 23 de marzo de 1792. El 1 de septiembre es nombrado Mariscal de Campo y poco después Segundo Jefe del Ejército del Norte. Con ese rango interviene en la decisiva batalla de Valmy (20 de septiembre de 1792), que salvó la Revolución de los enemigos exteriores.

Batalla de Valmy

En octubre es ascendido a general de los ejércitos de la República Francesa. Es denunciado injustamente y conoce el infierno de las cárceles revolucionarias, llegando a estar cerca de la guillotina. Es liberado el 16 de enero de 1795. Conoce a Napoleón Bonaparte, quien dice de él: "Tiene el fuego mágico en el alma". De su intensa actuación en Francia han quedado su nombre en el Arco de Triunfo de París, su retrato en el Palacio de Versalles y su estatua en el campo de batalla de Valmy.

Nombre de Miranda grabado en el Arco de Triunfo de París

Viaja a Londres, donde se instala con su ama de llaves: Sarah Andrews, quien le dará dos hijos. Prepara el gobierno provisional de la América independiente. Lega parte de su biblioteca a la Universidad de Caracas. Viaja a EEUU, donde visita al presidente Jefferson, a quien pide apoyo para su causa. Arma un bergantín y dos goletas y se dirige a las costas de Venezuela, donde es rechazado. Regresa a Inglaterra en 1808, donde convence al gobierno británico de la necesidad de dirigir una gran expedición contra el imperio español. La ocupación de España por Napoleón desbarata estos planes. En 1810, arriban a Londres los comisionados de la Junta Suprema de Gobierno de Caracas, Simón Bolívar y el humanista Andrés Bello. Regresa a Caracas y forma parte del Congreso Constituyente de 1811.

Regreso de Miranda a Caracas (1811)

Surgen levantamientos por doquier que persiguen el restablecimiento del poder español. Miranda es nombrado Jefe del Ejército con poderes dictatoriales. Ante la desorganización e indisciplina de sus tropas, decide establecer una tregua con el general español, Domingo Monteverde. Simón Bolívar y otros, en la página más vergonzosa de su carrera, detienen a Miranda y lo entregan a los españoles, cuando nuestro hombre se proponía embarcarse para Curazao a fin de organizar la reconquista republicana desde Cartagena. Es llevado a Cádiz en 1813, donde es encerrado en el calabozo de La Carraca. El antaño amante de la emperatriz de todas las Rusias, precursor de la Emancipación americana y viajero infatigable por todas las cortes de Europa sufre un ataque de apoplejía que lo lleva a la muerte el 14 de julio de 1816. Sus restos siguen descansando en una fosa común en Cádiz. El Panteón de Hombres Ilustres de Caracas alberga un cenotafio del prócer, a la espera de repatriar algún día los ajetreados huesos del gran venezolano.

Miranda en La Carraca, Arturo Michelena (1896)

Como escritor es autor de los mencionados Diarios, un conjunto extenso de volúmenes donde en una prosa de gran modernidad, alejada de ciertos gustos estilísticos de su tiempo, nos relata con todo lujo de detalles los pormenores de sus viajes. Nada escapa a la sagacidad de su ojo crítico: las vestimentas, los usos de la corte, la gastronomía, la etiqueta empleada, los mercados, los usos de las clases bajas... Describe con minuciosidad monumentos, iglesias y ciudades. Su valor excede lo puramente literario y penetra en lo histórico y sociológico. Es lamentable que esta obra magna del siglo XVIII europeo no esté publicada en España, y sí lo esté (y completa) en numerosos de los países que Miranda visitó.

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En 2001 visité Colombia y Venezuela. Aprendí a amar esos países y su extraordinaria herencia cultural. Aprendí también a admirar la figura de Francisco de Miranda, cuya biografía he glosado sucintamente aquí. En Caracas encontré una edición selecta de sus célebres Diarios, que terminé de leer en España. Justo cuando cerré el libro, escribí el siguiente relato, que ofrezco ahora a mis lectores:


Un manuscrito


El 30 de diciembre de 1785 el venezolano Francisco de Miranda examinó el más antiguo manuscrito conocido de Virgilio en la Biblioteca Laurenziana de Florencia, y quedó extrañamente sorprendido.

Se trataba de un códice tardío, coetáneo de las invasiones germánicas, y había sido finamente glosado en sus márgenes por un cónsul.

Encima de un ventanal renacentista sobresalía una esfinge de huidiza mirada. Parecía querer indagar en el alma de los ocasionales visitantes del recinto.

Una brusca ráfaga de viento, como aquellas que oreaban los farallones de La Guaira en la olvidada Caracas de su niñez, se coló por una ventana. Miranda vio al instante el delicado hilo que enlazaba al decadente cónsul romano que glosó aquella Eneida con el texto que hoy desempolvaba bajo la atenta mirada de la esfinge.

El futuro prócer grancolombiano recordó en este momento que dos años atrás había desertado del ejército del rey Carlos III, injustamente acusado, y huido a la península de la Florida, donde conoció el naciente estado americano. Allí luchó con los ejércitos rebeldes y allí concibió la utopía de liberar a su patria.

Ahora se hallaba en Italia, en el viaje iniciático de todo americano ilustrado por Europa, tratando de buscar apoyo para una causa que creía estéril, pero tan necesaria como el desgastado aire que respiraba en Toscana.

Ante aquel texto de Virgilio, percibió el tono monocorde de un gozne de bronce que solo ahora alguien se atrevía a golpear. La aldaba que resonaba no era sino la de su propia conciencia, que le recordaba otro tono monocorde que ya había descubierto en los años de su mocedad tropical: los versos desgarrados de un Guido Cavalcanti transcritos en un vetusto facsímil que ya no podía recordar ni ver, pero en los que creyó notar un misterioso precedente de lo que en este momento le helaba las mientes: la escritura ligera y perfecta, casi infantil, de aquel lejano cónsul en una uncial remota.

Rufo Turcio Apronio no ignora que ya no tiene tiempo para la huida. Los vándalos cercan la Urbe; Estilicón ha sido asesinado. Prevé el fin de sus días que nunca fueron de vino y rosas pero no se resigna a enterrar su daga de metal sobrepujado con la inscripción griega panta rei
en su orondo cuello de puerco cebado. El delicado reflejo de luz que produce la hoja de la daga repele en él todo deseo de agonía. Sabe que el péndulo informe ha alcanzado el nadir de su ciclo secular y él no es sino un actor más de la ficción borgeana que le ha sido dado representar.

La delación ha sido descubierta pero nada turbia, en su soledad, la paz del recinto, solo agotada por las pesadas caléndulas que en el suelo mismo mecen su sopor.

De pie sobre el triclinio, extrae de aquella confusa biblioteca de Babel un rollo de papiro donde su mocedad trazó en rasgos de intenso azul todo el esplendor de un tiempo abolido.

El prócer posa sus dedos lentamente sobre el texto que huele a mugre pútrida. El sol se va poniendo tras los ventanales de la Biblioteca Laurenziana y constata con una amarga sonrisa que describir aquella escena en su Diario como un "crepúsculo bañado en rojo sanguinolento" no es sino una ineficaz imagen desgastada por el uso.

Rufo decide tumbarse cómodamente en su triclinio mientras repasa por última vez sus notas pulcramente transcritas. Los vándalos ya asolan la Urbe. Su fiel esclavo aparece con un ejemplar de Heráclito en una mano y la daga griega en la otra. Sin previo aviso, siguiendo órdenes estrictas del que pronto dejará de ser su amo, introduce el corvo acero en el cuello de Rufo.

La sangre no salpica al prócer, pero éste ha de apartarse, en el sombrío rincón de la biblioteca, para que ella gotee fuera del manuscrito.


2 comentarios:

Éboli dijo...

Enhorabuena por el blog estimado Rafael. Así, los amantes de las artes tenemos otro rincón donde asomarnos, leer, aprender y comunicarnos. El blog está genial, muy trabajado y documentado. Cuando quieras que se incluyan artículos de literatura hecha por mujeres o de esa temática, aquí tienes una pluma mas, aunque sea virtual.

Apolo dijo...

Muchas gracias por tus palabras, Rosa. Por supuesto que el blog está abierto a ti y a todos los que deseen colaborar en él. Animo a todos mis lectores a que dejen sus críticas y sugerencias.